Donaciano Bueno

Campos de mi tierra

Campos amados de la tierra mía,

anudados os llevo a mi garganta,

sembrados surcos de melancolía,

teta sois que a mi espíritu amamanta.

Donde quiera que voy conmigo vais

¡oh, las espigas que al paisaje acrisanta!

sueños que tanto añoro y que llevais,

caminos polvorientos de mi infancia.

Recordandoos hoy mi mente impía

volado ha entre las flores sacrosantas,

en la iglesia, el altar, la sacristía,

junto al aldeano que en el coro canta.

De san antón la santa cofradía,

el campo santo y su sabiduría,

tantos recuerdos y emociones tantas.

El sacristan que azuza las campanas

invita a la oración llamando a misa

para ascender al cielo esa premisa

que ha de curar las esperanzas vanas.

Todos vais y venis todos los días

del nogal a la fuente caravaca,

el santillo, el regacho,

las yuntas con arados y los machos,

entre encinas, los pinos y albahacas.

En el río, los chopos, la floresta,

repica y serpentea

cual niño va jugando a la pelea

desmadejando ovillos de suspiros.

Durmiendo entre papiros

los montes que cabalgan a su lado

trenzados en su siesta

esparciendo aire van sobre su cresta

del alba en la mañana

-salvia, espliego, mejorana-.

El sol que ahora ya frunce dorado

dormita ensimismado

a través del ojo de su mirilla

los trigales floridos de Castillla

fruto de la semilla,

engarzados, rocosos pedregales,

cascajos en la orilla

o en los muros de viejas catedrales.

¡Oh, ranas que en las charcas

de silencios preñadas y tan parcas,

de esperanzas dolidas y sin barcas,

haced que yo el elisir de nuevo beba

dulces campos conmigo van eriales,

mi corazón os lleva!