Campos amados de la tierra mía,
anudados os llevo a mi garganta,
sembrados surcos de melancolía,
teta sois que a mi espíritu amamanta.
Donde quiera que voy conmigo vais
¡oh, las espigas que al paisaje acrisanta!
sueños que tanto añoro y que llevais,
caminos polvorientos de mi infancia.
Recordandoos hoy mi mente impía
volado ha entre las flores sacrosantas,
en la iglesia, el altar, la sacristía,
junto al aldeano que en el coro canta.
De san antón la santa cofradía,
el campo santo y su sabiduría,
tantos recuerdos y emociones tantas.
El sacristan que azuza las campanas
invita a la oración llamando a misa
para ascender al cielo esa premisa
que ha de curar las esperanzas vanas.
Todos vais y venis todos los días
del nogal a la fuente caravaca,
el santillo, el regacho,
las yuntas con arados y los machos,
entre encinas, los pinos y albahacas.
En el río, los chopos, la floresta,
repica y serpentea
cual niño va jugando a la pelea
desmadejando ovillos de suspiros.
Durmiendo entre papiros
los montes que cabalgan a su lado
trenzados en su siesta
esparciendo aire van sobre su cresta
del alba en la mañana
-salvia, espliego, mejorana-.
El sol que ahora ya frunce dorado
dormita ensimismado
a través del ojo de su mirilla
los trigales floridos de Castillla
fruto de la semilla,
engarzados, rocosos pedregales,
cascajos en la orilla
o en los muros de viejas catedrales.
¡Oh, ranas que en las charcas
de silencios preñadas y tan parcas,
de esperanzas dolidas y sin barcas,
haced que yo el elisir de nuevo beba
dulces campos conmigo van eriales,
mi corazón os lleva!