Estoy tras el volante
dueño de todo
la máquina, el camino, el paisaje
todo soy yo.
Mis humores, aceleran
tanto como el camino
cada señal, es un recuerdo
que pasa sin más.
De que sirvieron tales cosas
cuanto he dejado en ellas.
Las señales, los árboles, todo
me deja atrás, sin percibirlo
solo el rugir del motor
y esa levedad en mis manos.
Recuerdo ese primer beso
casi inocente del deseo
sus ojos húmedos de llanto
y mi promesa vana.
Llega la curva
solo deseo seguir el camino
como si eso justificara la proximidad
de la vida.
Acelero, la máquina trepida obediente
voy dominando, como siempre lo hice
el sol, aparece enfrente
y sus labios, diciéndose enamorada.
¿Por qué le mentí?, de mi regreso
si jamás lo intenté
después la vida, fué por tantos caminos raros
su cuerpo de niña y mis brazos enamorados.
Mis ojos, se llenan de sol
acelero y la vida fluye
como los recuerdos olvidados
solo tras el volante quieto.