Entre las peñas desnudas
sombrías y solitarias,
otras con voz de sirenas,
sonoras y perfumadas,
escribían en la brisa
la maga danza de algas.
Pues un mancebo del aire,
volando como las garzas
iba hallando caracolas
para escucharles sus nanas.
Y entre las sombras vencidas,
los vientos recios soplaban,
haciendo cantar al mar
con las notas de sus arpas.
Y le vi donde dormía,
y le vi donde soñaba,
y vi su casa por dentro,
llena de plumas y alas
y los caballos del aire,
y los cantares de salsa,
y bocas de mil dragones
que tenía en su garganta.
Y vi los mares de piedras
y las sirenas de plata,
con un lenguaje de espumas
y un léxico de aguas.
También he visto las velas
de galeras y fragatas
y los viejos galeones
de corsarios y piratas.
Luego he visto los barriles
de pólvora y de metralla
y catalejos de bronce
y de metal escafandras.
En esta casa del viento
donde he visto tantas anclas
y tantas patas de palo
y tantos garfios en mangas,
me quedaron por mirar
las fortunas más soñadas,
los cofres llenos de perlas
y las bolsas de esmeraldas,
todas las onzas de oro
y cargamentos de plata,
de Bolivia y de Colombia,
de Chile y de Guatemala,
tesoros que el viento sabe
y que la mar se los guarda.