Recordando el crujido indescriptible
del remolino de pasiones erguidas por la lívido,
que al penetrar con lascivia
en tu deseo temeroso y descontrolado,
rasgué la cortina en tu puerta,
puerta que al abrir con sutil delicadeza,
pero con pasión descontrolada,
te hice mía hasta la saciedad.
Te hice mujer entre placer y dolor,
te enseñe la diferencia entre la inocencia y la realidad,
quedamos sumidos en un sentimiento de pecados compartidos
donde arrepentimientos innecesarios
en un laberinto de sentimientos encontrados,
se ahogaron entre mantas y cubre lechos
impregnados de
pecado de amor color carmesí
que al marcar tu vida,
desconcertaron tus recuerdos de adolescente inmaculada.
Te hice mía por amor.
Te hice mía en la agonía del deseo.
Te hice mía para siempre.
Por qué siempre y donde te encuentres,
aunque ya de mí no te acuerdes,
llevaras en tus recuerdos,
la pasión de ese indeleble momento,
imposible de olvidar.