La calle se asemeja a un laberinto,
vaya a donde vaya
no llego a ningún sitio;
se disgregan mis pensamientos
atendiendo al instinto de caminar...
Otra vez solo conmigo mismo,
y ni siquiera hay profundidad
en donde naufragar...
el mundo entero es un asilo
donde deambula mi orfandad.
Una hoja afilada me invita al suicidio,
a dejar para siempre de llorar...
un poco de agua tibia
lo hará sufrible...
y, el resto, esperar...
me dormiría lentamente
para no despertar jamás.
Tal vez lo haga otro día...
pero, por hoy, aguantaré un poco más.