La miré por detrás de mis espaldas
suspirando unas dudas y perdones
volteándo ya son otras sus faldas
y, también son distintas sus pasiones.
La miré con balanzas de jüicios,
cual doncella que emigra a la batalla,
allí viene, llorando unos cilicios!
y, ¡perdió!; querrá acaso que me vaya.
Yo la tuve detrás de mi garganta
golpeando mis átomos dispersos
tan trigueña y contando: seis, seis... onces..
Mas de aquélla no queda piedra santa,
quedará virgen que llore mis versos?
y, partió de batalla con sus bronces.
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John Morales Arriola.