Sembré rosas en el desierto,
planté árboles en el mar,
eché mis semillas al viento
y me senté a esperar...
Hice plegarias por los que me agredieron
y en el hueco de la mano que me castigaba
puse pan...
luego me quedé quieto
y guardé silencio,
(cuando hago silencio,
Dios me suele hablar).
Duermo tranquilo, descanso en paz,
y, en la mañana, cuando despierto,
¡siempre!, alguien me llama a desayunar.