Bendíceme Señor y te daré el diez por ciento,
(pagaré el diezmo y luego me iré al infierno).
No soy mezquino mi Dios, sólo le copio a Jacob...
tal vez los tiempos no sean los mismos, pero igual,
¡da tanto gusto copiar!
Ayer fui a la iglesia y estuve contento,
como la mayor parte de la feligresía,
alababa, cantaba, lloraba y reía,
(hasta que llegó el momento de entregar el diezmo).
El pastor nos dijo que, aunque no se encuentra
en ninguna parte del Nuevo Testamento,
debemos hacerlo a debida cuenta
y como agradecimiento al Dios que nos sustenta,
(al final no entiendo, ¿si se abolió la ley?...
¿no será que el avivado se lo agarra para él?)
Me dijo un anciano
(que es bastante pesado),
que eso era para los judíos
que fueron anteriores a Jesucristo,
y que no tenían el Santo Espíritu...
que eran avaros y muy descuidados...
pero que nosotros, que ya sabemos
toda la verdad y se nos dio poder,
¿con qué pagaremos la Vida Eterna?
o ¿con qué agradeceremos al Dios de Israel?
Una vida sin dolor ni angustias ni amargura,
que nunca cambia y para siempre dura,
de permanente gozo, de felicidad completa
y que continúe en otro cuando se acabe este planeta.
Donde nunca llore pérdidas de amores,
porque todos amen como ley primera,
donde no existan más ni trampas ni engaños
ni entre las naciones, conflictos ni guerras.
El padecimiento que Jesús sufrió en el Calvario,
¿no es suficiente como explica San Pablo?,
o ¿debo yo agregar unas monedas
a las ya treinta que Judas recibiera?
¡Qué gran incógnita tiene todo esto!,
la verdad es que no entiendo bien este asunto,
¿no es por creer que somos salvos?,
¿no alcanzó la Cruz para todo el mundo?
De todas maneras debe tener razón
el anciano que me diera tanta explicación,
y que me dijera que no tiene valor
nuestra existencia entera, porque termina en muerte,
y que debemos darla ¡toda! a Nuestro Señor...
¿Quién no compraría un silo repleto
a cambio de una sola espiga de trigo?,
¿quién no daría un barco por una flota,
un cabello por un niño o una casa por un palacio?...
¿somos tan tontos que no entendemos
algo tan elemental... tan obvio?
El conflicto de los siglos, la duda del Cosmos,
con quién se junta o con quien se desparrama,
si la misericordia sirve o el amor alcanza,
si Dios es justo en su balanza,
se debeló el día en que dijo
¡“Lama Sabactani”, Jesucristo!
Si quieres da tu diezmo, me dijo, hermano,
y dalo con amor, pero ¡cuidado!
no caigas en el error de algunos cuantos,
que con eso pretenden estar comprando algo...
¿Cuánto crees que vale el sacrificio
de la vida santa de Nuestro Señor Jesucristo?,
(me dijo el anciano),
¡tú no tienes nada con qué pagarlo!