Tiré la taza
que le había guardado
dejé el cuarto cerrado,
para quemar su camisa.
Rompí la nota enviada,
con aquel improvisado
“te amo” tembloroso.
Me bebí su veneno
como a un licor.
Embriagada de engaños
arreglé la sala
tal si fuera su equipaje
de amor,
y todo lo suyo
lo puse en el patio
junto a otros desechos
sin color.
Me inyecté sus mentiras.
Lo eché de mi entraña;
desperté de su ausencia…
Lo saqué de mi cuerpo.
En aborto perfecto,
Lo libré de mi pecho,
Y de mi devoción.
Reprendí mi ilusión,
Y sus pocas cositas
las limpié mi vida.
Por fin, todo muerto.
Otro \'cuento\' resuelto,
Buena suerte,
y adiós.
(Socorro Maria Lopes)