Hoy te escribo con lágrimas en los ojos porque esta soledad me marchita el alma, me envenena las ganas... porque desde que no estas lo único que deseo es volver a escuchar tu risa una vez más.
Como quisiera que lo que nos separara fueran kilómetros, cien o un millón yo llegaría a ti sin importar nada, ni distancias, ni tiempos... pero va mas allá, hoy solo te encuentro brillando en la oscuridad. La vida te separo de mi lado de una forma tan tajante que no pude decirte ni ádios, ¡ni lo mucho que te amaba!
No pude volver a ver tus ojos alumbrarse de alegría a mi llegada, que aunque ya no te permitían ver mi rostro, ni la gran inmensidad de este mundo, seguirán siendo los más sublimes que jamás existirán.
¡Maldita la hora en que los cerraste para ya no abrirlos!.
Maldita sea mi suerte por perderte y maldito el vacío que me muerde hasta los huesos cada que vuelvo a tu hogar, cada que vuelvo a subir esas escaleras y al llegar a su fin no ver mas que tu ausencia invadiendo tu lugar, invadiéndome a mi... llegar hasta tu asiento preferido y no poder escribirte nada,
mas que unas cuantas palabras antes de salir casi corriendo.
Ya no te tengo, ni tengo el refugio de tus brazos que tanto anhelo.
Ojalá algún día al subir esas escaleras de nuevo, no llegue a tu ausencia... ojalá pudiera cruzar el cielo para llegar a ti, para poder decirte que es inútil olvidarte y que esta fría soledad me recuerda que... soy yo quien murió al momento en que te fuiste.