Como han cambiado los tiempos
desde que uso de razón tengo,
cuando el comer hasta hartarse
era de muy pocos privilegio.
Aún me acuerdo de los cochoflos
que mi querida madre hacia,
con lo poco comestible
que en sus manos le caía.
Y aquellas meriendas alegres
que junto a mis hermanos tenía,
con un gran trozo de pan
y una aquella onza de chocolate
que junto a ellos compartía.
Nunca nos pusimos enfermos
aún estando flacos como palos,
pues jugábamos en las calles
sin miedo a los constipados,
a pesar de que los vestidos
eran peores que malos.
Y ahora cuando paseo y veo
a tantos niños gorditos,
y que sus papas tan guapos
los ven por estar tan cebaditos,
veo con preocupación el futuro
que tendrán estos pobres angelitos.
Muchos no saben jugar
como lo hacen los niños,
mientras otros solo juegan
aun carentes de cariño,
confundiendo realidad
con virtualismo ficticio.
Tienen achaques de ancianos
con cuerpos de adolescentes,
viviendo igual que los hombres
aunque sean solo un proyecto,
y donde su peor defecto
es seguir unas costumbres
que convertirá en herrumbre
cuanto debería ser perfecto.
Sociedad del bienestar en
lo que llaman primer mundo,
que distinta y que distante
del otro el tercer inmundo,
donde sobreviven como pueden
en este planeta tan injusto,
muchos seres que en el habitan
simplemente para hacer bulto.
No sé como será el futuro
porque yo no estaré aquí,
de lo que si estoy seguro
es que como la grasa perdure
no habrá humano que madure,
y verdes se pudrirán
aunque madurar les auguren.
Joanmoypra