Por segundos eternos hiciste silencio,
luego les dijiste que no me conoces...
y yo te miraba y pensaba en tu mente:
“¡No me niegues, Pedro!”
Te vi en tus arenas y en tus tristes redes,
(recuerdo), en tus ignorancias...
en esa pobreza que inunda tu pecho,
¡y en todos tus miedos!
Luego te invité a mi ministerio,
y fuiste caminos... y viste los hechos...
y aprendiste el amor que enseñé a los hombres,
¡que viene del cielo!
Ya no hay más tiempo...todo está resuelto,
lo dejo en tus manos y en tus sentimientos,
y, aunque yo sabía qué sucedería,
¡no es que lo quiero!
Si bebo la copa de fiero veneno,
si acepto la espina y el clavo de hierro,
¡es por el amor que tengo a los amigos!..
Por eso te pido... ¡No me niegues Pedro!