Tan sensible a mis caricias la niña es,
Que de pararse a su costado el mundo conspira al revés.
Parece que oscurece en noches,
Cuando sobre mí su negro pelo,
Al contemplar mis ojos el desconsuelo,
Su oscuridad se apodera de mis amores!
Y la fabula en que la amo,
De pie esta ante sus honores,
Mientras un paraíso inexplorado espera,
En cada tupida selva de su cuerpo de mandera.
Y yo la miro, no obstante,
Ante el pródigo encanto,
Que sobre sus vetas,
Sobre la antigua madera,
Que sobre mi vista se funde en un canto.
No se de donde viene,
Si acaso tiempo hará,
Que sobre la espera,
Al verla a mi alma encantará;
Sólo se que la busco,
En los hondos mares,
En el fruto que como del cielo cae,
Al igual que el maná.
A veces, cuando de madrugada despierto,
Ella sigue con la mirada absorta,
Me miro en sus ojos,
Pues, no se que hará,
Sólo se que el tiempo,
A su paso nos destruirá.
Mujer que vives
Posicionada en mis encantos,
De noche cuando solo despierto,
Al encender la luz de mi oscuro cuarto,
Sobre su lumbre inquieta y dorada,
Puedo ver que me miras…
Pues en mi vida se acaba el desierto.
Muda es tu boca,
Tu semblante es frío,
Y tu silueta se parece al viento,
Cuando sobre los caminos
Formando en ebrios girones va,
El tenue remolino…
Yo sin ti, vivir jamás he podido,
Aunque este besarte,
Y al tenue beso de la madera,
Sea adorarte,
Dejame decirte,
Que construiré en mi pechio
El dolor mas atroz de los hastios,
Pero donde valla,
Tu iras conmigo,
Y será cada noche,
Un presagio en el vacío!
Luis Augusto 2014-12-20