Siento los latidos en tu acelerado pecho
mi oído escucha el fuerte respirar del aire extremo
de las profundidades de tu organismo, sin frenos agudos
en parar el vaivén de nuestros cuerpos, sedientos de amor.
Me provocas en las delicias de tu campo de batalla
en donde el armamento fatal son tus besos envueltos de cariño
blindados con la coraza del amor, siendo usted
mi dulcinea diestra en las habilidades acérrimas de la pasión más desenfrenada.
El calor de tu piel quema mi cuerpo con furor
sintiendo la dulzura en mi lengua que recorre
tu cuerpo inhóspito febril por la pasión envuelta
mediante la fuerza de tus brazos que exhalan señales dulces a mi mente.
Me convierto en el diestro Alejandro Magno
y conllevo las estrategias más dulces y brillantes
para ganarme tu eterno amor perpetuo en el alba de nuestras vidas
comandando tus ansias espléndidas de concupiscencia en nuestro lecho blando y azul.
RIVAS JOSE