“Pero en la intimidad dejo que ... aflore y disfrute”. Patricia V.
Primero iríamos por la noche de cabaret en cabaret, ebrios de champaña y alegrías, tomados de la mano, felices y locos, yo extasiado viendo como los hombres miran con deseos mi hembra desatada, y ya en la madrugada nos sentaríamos abrazados en un parque a conversar de la vida y de todos estos años separados, hasta que cuando salga el sol te llevaría a un cuarto donde hay olor a mi tabaco y a tu perfume y te besaría con ternuras y con deseos, nuestras lenguas se enredarían en un torrente de salivas y nuestras manos irían reconociendo las comarcas de nuestros cuerpos excitados, desnudándonos uno al otro, acariciando lugares imaginados y deseados, hurgando palpando sobando apretando, y luego nos recostaríamos en el lecho, desnudos y ansiosos, y te abrazaría por atrás en cucharita para que sintieras en tus nalgas el roce de mi virilidad erguida y restregaría mi pecho varonil en tu espalda femenina, piel en piel vertidos de sudores y calores lujuriosos, te besaría vertical ensalivando tu cuello tu espalda tu curva lumbar tu coxis tu surco entre tus glúteos, y permanecería ahí surcando lamiendo punzando penetrando con mi lengua, estremeciéndote de ilusiones de mujer en celo, de delicados y urgentes goces ambiguos, rozaría tu clítoris con mi mano curiosa, lo atraparía como a un capullo floreciendo, lo punzaría lo apretaría lo acariciaría lo atraparía y cuando te abras excitada como una flor seducida socavaría tu cuerpo rendido como una lúbrica bestia seminal para que te hundas poseída en los ardientes charcos de una amanecida cópula feroz.