Es increíblemente maravilloso,
rendirse a Él sin condiciones,
aceptar su omnipotencia,
utilizar el libre albedrío
para la sumisión al Dios todopoderoso.
Sin aparatosidades, en simple silencio,
como en un descuido de nuestro egoísmo,
una renuncia a la siempre negada avaricia,
un paréntesis de nuestros miedos
y de las tontas fantasías.
A veces es necesario recibir los castigos de la edad,
catástrofe o injusticia,
aún solemos no reaccionar en nuestro falso orgullo
y se imponen peores disciplinas,
como el desarraigo y la soledad.
Todo es posible en el plan divino
cuando nos quiere enseñar el amor verdadero,
salvarnos de nosotros mismos,
¡cuando nos quiere conquistar!
La sorpresa viene después, junto con la alegría
y el conocimiento de que
en la tierna aceptación de su voluntad,
comenzará nuestra sabiduría
y ¡el camino a la felicidad!