Alfredo Daniel Lopez

NOVELA \"EL ADIÓS\" PARTE V \"24 ROSAS\"

Tome un taxi y me fuí directo al velatorio. Al entrar vi que antes habían llegado mi mamá Julia, y mis hermanos que radican en EE.UU.: Karen, Milagros y Ángel que junto con mi hermano mayor Martín hacían de anfitriones, ya que mi tío Alfredo nunca se caso ni tuvo prole. Nosotros éramos su única familia.

 

 Entre abrazos, besos y llanto, mucho llanto, nos fuimos fundiendo todos en un solo ser. No hacía ni tres años que habíamos perdido a nuestro adorado tío Daníel, quién por un cáncer de joven se quedo estéril, así que por allí tampoco teníamos primos y de su mujer a quién me niego a llamar tía por lo mala que fue con mi tío Daníel no la deseaba ni ver...para mi ella murió el día que mi tío dejo este mundo.

 

- mamá Julia, mamá Julia ya no llores, no llores por favor- le decía, mientras  acariciaba suavemente su ya canoso cabello.

- hijo, hijo ¿qué nos está pasando, todos se van?  -me dijo mientras reposaba su cabeza en mi hombro- me estoy quedando sola.

- mamá tú no estás sola, mis hermanas se desviven por ti, y nunca estarás sola; ya lo. sabes, lo del tío Alfredo era diferente. Que te consuele el saber que murió en paz.

- pero tu tío murió solo, solo; eso es lo que me aterra...no quiero morir sola. ¿Promete que cuando este ya mal, tú también estarás a mi lado?...¡quiero a todos mis hijos junto a mí!

- mamá tú estás bien, nada te pasará. -luego la miré a los ojos y dije- mamá sabes lo que daría por cerca tuyo y mis hermanos, pero tengo mi vida en Barcelona y...

Ella me miro con tristeza, y sus ojos dejaron otra vez, unas lágrimas caer.

- mamá le jure a mamá Benedicta antes de morir, que te cuidaría siempre y eso lo cumpliré no lo dudes.

 

En aquel momento mi hermano Martín, se acerco muy despacio, para avisar que la tía Gloria, ex mujer del tío Daniel estaba allí, preguntando por mamá.

 

 Aunque jure y perjure que no soy rencoroso no es verdad, pues cuando \"rompo palitos**\" con alguién es difícil que vuelva a ser lo que con él fuí.

Por ello evito llegar a este extremo y solo he roto palitos con tres personas de mi entorno próximo, con las cuales mantendré mis distancia durante lo quede de vida.

 

Aquella noche opte por ir a un hostal para no estar con nadie de la familia, ni tener que contar cosas o recibir en medio de la tristeza las atenciones y agasajos de la familía, solo deseaba ducharme y dormir.

 

A la mañana siguiente después de ir hasta el centro del Callao para comer un pan con chicharrón y camote frito, algo que me gustaba mucho desde muy niño, me dirigí hasta el velatorío para asistir a la paraliturgía de cuerpo presente. Estaba vestido con mi traje negro, una camisa blanca inmaculada, una corbata negra y un abrigo gris claro que contrastaba con el negro ébano de mi traje, al cual le acompañada los zapatos prietos de cuero muy relucientes; con sus respéctivos calcetines negros. Complementaba mi vestir con una bufanda gris a juego con el abrigo...demasiada elegancia para un acto tan triste para mi corazón...pero así me lo enseño mi mamá Benedicta desde niño:

- Hijo cuando estés grande y tengas que ir a un velorio o a un entierro, por respeto y amor a quienes están vivos y son amigos o familiares tuyos, ve siempre de negro y con la mayor elegancia posible. Es la mejor manera de despedir al difunto y de mostrar respeto por los familiares que están de duelo.

- Si mamá no te preocupes, lo prometo en cuanto este grande y tenga que asistir a un entierro, haré lo que me acabas de enseñar.

Siempre intenté y aún intento llevar a rajatabla las enseñanzas de mamá Benedicta, como norma de mi vivir, y la verdad, con ellas he sido siempre muy feliz.

 

Llegué al velatorio a las 11 de la mañana y desde allí fuimos al Cementerio \"Baquíjano\" del Callao, campo santo donde reposan la mayoría de nuestros familiares muertos; empezando por mi adorada mamá Benedicta.

A la salida del velatorío, nos distribuimos en diversos carros. Donde iba yo estába mi mamá Julia y mis hermanas Karen y Milagros. En el otro carro principal estaban mis hermanos Martín, Alfredo y mi cuñada Maritza (esposa de mi hermano Martín y que vivía con él y sus dos hijos en el Callao).

Luego nos seguían una retalía larga de carros de diferentes colores y modelos, donde estaba el resto de la familía y algunos amigos cercanos, además de algunas personas que en verdad ¡no conocía de nada!.

Llegamos al Cementerio a las 12:30 h. más o menos, después del último responso en el velatorío. En el Cementerio \"Baquijano\" estuvimos esperando al capellán casí 30 minutos ya que debía recibir allí la última oración, otro salmo responsoríal como preparación para ir al encuentro con su Creador.

A eso de la una de la tarde ya nos diriguímos rumbo al nicho donde por fin descansaría en paz mi recordado tío.

Entre una lluvía incómoda de mosquitos que no nos dejaba casí ver, algo muy habitual en los entierros, que se agraba por la enorme humedad que hace en el Callao, que en esos días rondaba el 98%; convertíendo así, este acto luctuosos en un inicio del festín de los mosquitos y otro tipo de bichos que por allí ya pululaban.

 

En estás condiciones incómodas es como presenciamos introducir el ataud con los restos mortales de mi tío en el cuarto nivel del Pabellón San Ignacio, de la zona tres de los pabellones del Cementerio Nuevo.

En aquel momento tuve una  repentina y fuerte crisís de ansiedad, por lo que me marche sin mediar palabra.

 

Al rato volví después de haber llorado amargamente en solitarío, no deseaba que nadie me viera ni estuviera a mi lado, así de raro me ponía en los funerales.

 

Una vez enterrado mi tío nos pusimos en fila horizontal para recibir los ósculos y los pésames de rigor, protocolo que no puedo resistir y por ello deje la fila, desorientado y enfadado conmigo mismo.

 

En aquel momento me fui corriendo a ver la tumba de mi mamá Benedicta. Estaba muy limpia, con la lapida done sobresalía la figura de un corazón de Jesús, réplica de un cuadro bendecido que tenía mamá Benedicta en su cama.

La tumba estaba llena de Rosas blancas y de Tulipanes que son mi flores favoritas para compartir con los muertos.

De pie, frente a la tumba de mi mamá Benedicta, se me vino a la mente las muchas veces que la acompañaba de pequeño a todos lados y en especial al Cementerío, donde ella hacía siempre un pequeño tours visitando a los familiares ya fallecidos.

 

Antes de entrar al Campo Santo, mamá Benedicta siempre compraba 24 rosas, dos docenas de rosas que se decían blancas pero en verdad muchas de ellas estaban ya amarillentas, sabe Dios cuantos días las caseritas de mi mamá las tenían a la venta, aún así y más por el precio económico a que se las vendían, mamá siempre las compraba allí.

 

Pero ¿porque 24 rosas?.

Me decía mamá Benedicta que le dolía ver una tumba. un nicho abandonado, sin que por lo menos hubiera  quién allí donde sus restos descansaban, una rosa como símbolo tuviera de que aún le querían y le recordaban. Para mamá Benedicta como para mí ahora pervivir en la mente y el el corazón de mis hijos y de los hijos de mis hijos es mi mayor anhelo.

En nuestro recorrido por el Cementerio \"Baquíjano\" donde ahora por ironías de la vida también estába, buscaba sin querer, recorrer el mismo camino que hace más de 25 áños con mamá hacía, en un afán desesperado de encontrar la razón de porque tenemos que terminar muchos de nosotros en el más absoluto olvido.

Recordaba mientras sin sentido andaba, a los muertos de la familia que con mamá Benedicta visitaba: el bisabuelo Julio, el tío Bisabuelo Amadeo, la tí abuela Julía, el señor Abraham, la Bisabuela Amalía, el tío abuelo Alejandro, la tía Julita que murío con tan solo siete años, y otros cinco o seis tíos y tías abuelos más, tíos bisabuelos y familías que nunca supe que existían. En total eran doce o más familiares los que visitábabamos cada vez en el cementerio, por ese entonces mamá Benedicta y yo. Poniendo en cada una de las tumbas, la rosa blanca respectiva, después de limpiar la lápida y rezar un Padre Nuestro, un Ave María y el Yo Pecador.

 

Una vez acabadas las vistas a los difuntos, con mi mamá Benedicta y las doce o casí doce rosas que aún quedaban, nos íbamos haciendo un pequeño recorrido por lo distinto pabellones, observando mi mamá con la agudeza visual de un águila, donde había una nicho, una tumba sin flores o en estado de abandono; en está nos deteníamos y después de limpiar la tumba del desconocido para nosotros difunto, le colocabámos la rosa correspondiente y rezábamos por su alma...esto lo hacíamos...hasta acabar las doce rosas, o en su defecto hasta terminar el recorrido sin tener que usar las rosas, lo cual supondría que todas las tumbas estaban cuidadas y los familiares tenían a sus muertos muy vivos, situación que nunca se dió, al contrarío siempre nos faltaban rosas.

 

Yo sin darme cuenta hice lo mismo aquella triste tarde, recorrí el Cementerío \"Baquijano\" viendo con estupor muchas tumbas no solo sin flores, incluso sin lápidas y algunas hasta sin nombre solo con una cruz pintada de negro. las iniciales del difunto y la fecha de su muerte, con la esquela que decía: \"aquí yace el cuerpo de un hombre aún por identificar, recen por su alma bendita\", esto era muy duro de ver y de asumir. Todos tenemos una historía, un pasado,una vida; no puede ser que nos meta en una fría tumba y nadie sepa siquiera que una vez existimos.

En ese momento recordé lo que decía mi mamá Benedicta: \"cuando yo muera, seguro que pasarán meses y meses, sin que nadie me visite, rece por mi y traiga una flor a mi tumba\", no pude dejar de pensar en ese momento que quizás eso le podía estar sucediendo a mi querido amigo Carles. Un escalofrío me recorrioó todo el cuerpo, y el pánico otra vez se adueño de mi...no paraba de pensar que tal vez Carles podía haber muerto, y estar así abandonado en una fría tumba, sin una sola flor, ni una oración que cobijara su descanso eterno. Lo presentía en estado de completo abandono como si nunca hubiera existido; y eso era para mi algo muy injusto en un hombre tan bueno como él.

 

En ese mismo momento decidí ir a buscarle apenas regresará a Barcelona. Mi corazón no se cansaba de decirme que Carles estaba vivo, pero no podía soportar la incertidumbre de su desaparición, así que vivo o muerto tenía que encontrarlo y a eso dedicaría todo mi esfuerzo y toda mi tiempo de ahora en adelante, ya que sabía muy poco de él y por lo poco que sabía; él estaba solo en este mundo 

 

Tenía que volver pronto, y desde ya rezaba para que mi fiel esposa Mary me comprendiera, me apoyara en esta tal vez loco idea. Tenía que saber lo que le había pasado a Carles, y hacer lo que él seguro hubiera echo por mi.

 

Un beso y una flor.

Alfredo Daniel López.

 

 

 

 

* Caseritas.- modismo del Perú para establecer cierta relación de cordialidad entre el tendedero o tendedera y el comprador, que hace que nos atienda con más afan y servicio que a los demás clientes.

** Romper palitos.- expresión muy antigua que proviene de generaciones anteriores que significa \"pelearse con alguién\" y ya no hablarse ni mantener contacto.