Verdadero será el día en que tus pálidos ojos
besen la luna bajo el manto lento del calor;
será el día en que observes caer la lluvia del cielo
y respires a Céfiro, que también es dolor.
Será un día en su ocaso: subirás en él tu rostro
en busca de las estrellas sobre un campo sin flor.
Tus manos estarán ansiosas, pidiendo la ayuda
que no encuentra ni busca la dulce luna de albor.
Te olvidarás para siempre de las ramas nacientes
que florecen marchitas como fruto del rencor.
Recordarás tu pasado con los pies en la tierra;
querrás llenar los dibujos carentes de color.
Y ahí esperaré yo: cercano como un un suspiro,
quieto como quien no puede contener el fervor.
Y te daré mi mano, firme, y contendré la tuya,
en esa circunstancia que llamaremos amor.