Raúl Daniel

Carta –pos mortem- a mi tío Pedro (Espejo 55)

 

Ciudad de San Lorenzo, 10 de junio de 2007

 

Sr. Pedro Damián Larsen.

Querido tío:

 

            Ésta es la primera vez que te escribo una carta. Yo sé que tal vez pase mucho tiempo para que la leas, pero estoy seguro que sucederá en la Resurrección.

            Sucede que los últimos acontecimientos de mi vida me hacen recordarte mucho, pero sobre todo me he dado cuenta que a pesar de la distancia en el tiempo y de tu muerte, me sigues enseñando cosas.

            Tú eras una persona que no tenía estudios académicos, y por lo que yo sé sólo habías leído algunos libritos que en esos tiempos se consideraban de “ciencias ocultas”. Hoy ya no es así, y abundan las librerías que los comercian. De todas maneras, yo también los leí en una época. Esto no es muy relevante y a lo que voy es a que no tenías “cultura”, ni siquiera terminaste tu primaria, y se decía por ti que eras un bruto. Yo también te consideré así mucho tiempo, y reconozco que recién ahora me doy cuenta de que fuiste un hombre que supo vivir y amar, que la vida te enseñó lo que los libros no, que la experiencia y la nobleza de tu corazón hicieron un caldo de cultivo a la sabiduría que, aún hoy, a años de tu muerte, me trasmites.

            1.- Me enseñaste el amor.

            2.- Me enseñaste la paciencia.

            3.- Me enseñaste la fe en mí mismo.

            4.- Me enseñaste la acción, el trabajo.

            5.- Me enseñaste la alegría de la vida.

            Y también me enseñaste el deporte que más disfruté en la vida: La cacería.

            A veces pienso que te fallé al final, porque me amaste como a un hijo y yo no te supe acompañar.

            Tendrás que perdonarme, ¿sabes?, mi vida fue un feroz torbellino en que me vi muchas veces superado, y, recién ahora tengo paz y entiendo muchas de las cosas que tantas veces tú me tratabas de enseñar.

            Un día nos reencontraremos y te aseguro que juntos vamos a hacer lo que más nos gustaba a ambos: Viajar.

            Así que, ¡hasta entonces!