La Esperanza.
No. La distancia nada es frente a tu recuerdo.
Y aún cuando el viento me mueve
como hojarasca en remolino,
toda yo giro en el momento aquel en que te tuve;
en que fuimos uno.
Que la esperanza es lo último que muere,
eso es lo que dice la gente...
Entonces, cuando muera, mi lápida dirá:
\" Se fue, pero su esperanza aún existe,
no importándole la muerte.\"
Madrugada
Son casi las 3 de la madrugada...
He descubierto lo que es mantener los ojos abiertos
recordando ciertos días. Ciertas horas y miradas.
Aún duele... Aún dueles.
Otra vez el llanto, tu nombre, tus ojos,
tu sonrisa, tus manos, tu cuerpo, tu rostro.
Te extraño.
Sábado.
Un autobús.
Y el chofer que tiene tu misma complexión;
el mismo tono de tu piel; los ojos de ocaso;
el bigote y... esas manos...
las manos... tus manos.
Y yo que tiemblo al recordar los senderos
donde ellas anduvieron.
Paso de largo, un asiento vacío, mis pies cansados...
Y el suspiro que sigue siendo un viento en orfandad.
En este hueco...
En este hueco sólo el eco de tus pasos queda.
El susurro de tu nombre es un pájaro que vuela
donde el sol jamás se esconde.
Tu mirada es el suspiro de un crepúsculo
que exhala su final.
Herida de muerte... Y muerta con mi herida.
Es todo, ella vendrá por mí.
Insomnio
Desfallecer. Morir en esta hora de todo vacía.
Levedad de luz en la habitación.
Soy la hora de ojos abiertos que musita el ayer.
Antes nada era, hoy soy ese espacio entre números
que cuelgan en la pared y esperan fenecer.
Y que larga es esta noche,
sin manos que se aferren al tiempo, y a mi hora.
Contemplación.
A veces, como hojarasca movida por el viento,
regreso a ti amor, sólo para perderme
en el crepúsculo del mar infinito de tus ojos.
Presentimiento.
Te has ido, y un mundo y otro mundo te contemplan;
lejos, como en el horizonte cuando nace la aurora.
Aún más lontano que la presencia que me acecha.
Anda mi huella surcando la calle,
como el arado en la tierra
pero sin germinar nada, sólo levantando arena.
Presiento no hay retorno: se está cavando mi tumba.
Lodo. Lodo para absorberme y petrificar mi amor.
La hora de la pena.
Ya es de madrugada y es la hora de la pena.
Suena el reloj... dos campanadas y el silencio me condena.
Te fuiste...
Y yo me quedé sin nada.
Vivir en sueño.
Esta mañana te volví a vivir en sueño.
Resurgió como fuego voráz tu mirada sobre el atlas desnudo de mi cuerpo,
tal como Colón descubriendo en mí un vírgen continente:
se rehicieron los trazados caminos de tus manos en mi mapa yermo y blanco...
y me desgarré, me volví cascada entre las montañas de mi campo
y se abrieron cantando mis flores carmínes y turquesas.
Huesos rotos.
Llega el viento arrancando esta torre de asuntos viejos,
y yo, que tengo de las manos los huesos rotos,
me aferro con un dolor que no duerme,
que sigue de ojos abiertos con la misma vigilia
de un gato en el tejado contigüo.
Imposición del silencio.
Desde la entraña de éste corazón partido
siguen erigiéndose columnas con su nombre.
Y en el desierto donde me encuentro miro
la soledad del ser que se me esconde.
¡Ay, éste encarcelamiento de palabras huérfanas
que tras grueso barrote al sepulcral silencio se imponen
siendo verbo que habita el alma!
Mi inmortal.
Te amo...
¿Hasta cuándo se me irá ésta ave del paraíso de mi árbol de ramas caídas?...
Suena únicamente la acústica de tu nombre antecediendo a esas dos palabras,
como si fuese un mantra, una arraigada invocación, una perpetuidad.
Parece que me llamaras. Parece que te escuchara...
A ti, a tu voz, a tu deseo... ¡Únicamente a ti!
O es que todo me lo invento para disimular ésta monotonía del hecho de seguirte amando.
Amo un recuerdo. Me duele un recuerdo.
Te levantaste sobre algún cimiento eterno.
Alzaste tu muralla en rededor de mi pecho y pusiste ahí tus letras,
tus ojos y tu mirada de sol despierto.
Ungiste tus manos y las hiciste en mi cuerpo como la sábana de seda blanca
que me cubriera en una tarde de invierno para inmortalizarte.
Invento.
Días de soñar y noches de realidad se me ha vuelto la vida,
porque ¿quién quiere despertar cuando la existencia mata y el sueño aviva?
Dormir si tú estás ahí con los brazos abiertos, con un Te amo en los labios
y con el sol en tu mirada.
En la fantasía te creo. Te invento de entre los sueños para que vivas y respires de mí.
No mires...
No mires mis ojos tristes
porque puede que te pierdas en ésta lágrima escurrida.
No toque tu palma mi mejilla,
ni tus dedos brinden caricia a mi cabello
porque entonces te veré como aquella tarde
sentados en la banca de un parque
y temiendo que en ti no haya regreso.
No. Porque no quiero flotar en este amor
de silencios heridos,
de pasados de besos enternecidos,
de manos deslizándose en arenas blancas,
y de estrellas y coral.
Crepúsculo.
Nuevamente el crepúsculo canta tu nombre
y colorea las casas de mi calle.
El techo de mi hogar tiene el mismo color de tu mirada.
Y los cípreses, que bordean el camino de las funestas moradas,
bailan en tu honor... Así, tan suavemente, tan delgados como tú.
Vuelan cientos de pájaros cruzando el amarillo ocaso,
dibujan tu imagen en su aleteo y las flores en mi jardín
me traen tu aroma dulce, embriagador como aquel día.
Mintiéndome.
Porque el amor existe sólo en mí y a veces me lo invento en un tiempo muerto.
Lo he dejado quieto, acumulando polvo en un ático plagado de telarañas.
No es éste quién va o viene, soy yo quién retorna y lo vuelvo a hacer mío...
de mí... en mí... para mí.
En un intento por dejar el mausoleo de lápida quebrada,
de humedad hedionda donde descansan sus restos.
Lo maté, antes que el me matara a mí.
Antes que sucumbiera ante el pozo oscuro del dolor y no pudiera escapar,
y no hubiera una mano extendida que me rescatara.
O antes de que los troncos que me sostienen se quebraran
como cristales y no pudieran soportarme.
Antes de que dijera: \"-Fue un juego... otro más.\"
Buenas noches, amor.
Mis ojos son lápidas con tu nombre escrito.
Dispuesto está el sueño para traerte conmigo,
aunque sólo sea en el mundo de mis fantasías.
Te amo. Descansa y sueña hermoso, lo haré igual yo...
entre tus brazos... contigo.
Un beso.
H. S. S.