No retornaré
a esa danza de lúgubres deshoras
a esa inquietud constante, a ese extravío
a esa mirada en ruinas, a esa herida punzante
No regresaré
al incesante grito de la muerte
cobijo del dolor y el desvarío
donde los girasoles cierran los párpados
y abrazan algún sueño sin memoria.
Inma Diez