Sintiéndote de otro mundo,
Como si te hubiera inventado, como si te hubiera soñado.
Esta mañana la aurora te despertó en mis brazos,
Sentí tu tibio brazo de almohada,
Y me pellizque para saber que esto, no era una quimera inalcanzable.
Amanecí entre suaves caricias como de olas encantadas
Acaricié tu tibio cuerpo una vez más,
delineé tus labios, dibujé tus ojos, te di besos de fuego
Te idolatré,
Inspiración de mis sueños, musa de mis esperanzas,
Y sin querer nos sorprendió la mañana,
La ternura de tu mirada me embrujó,
Te arrunché entre piernas y caricias terrenales.
El amanecer nos sorprendió jugando con las almohadas,
El sol brilló en tus erguidos pechos de volcanes,
Invitándonos a contemplar su idilio con la mañana
Danzamos en la arena, donde el mar le declaraba el amor a la playa,
El sol se alzaba por el oriente,
Corrimos por una playa de arenas ardientes,
Ardientes como nuestros deseos llenos de pasión.
El sol atrevido bronceaba tu piel,
Y te detuviste a la sombra de un roble,
Y sentí celos.
Celos de aquel árbol,
Que con su fronda adornada de rosadas flores celestiales,
Te acariciaba con su sombra de ternura.
Y también sentí celos de la brisa,
Por qué abrazaba tu imagen con la blanca arena con olor a sal,
A la vez que alborotaba tu cabellera de rizos de oro.
Pero… te miré y te sentí libre,
libre como sirena entre corales de mil colores
Libre y flexible como palmera bailando con el viento.
Y recordé que éramos, nuestros,
Que nos amaríamos entre la realidad y la fantasía
Que nos amaríamos como se aman los amantes secretos.
Mía
Hasta que la muerte nos separe.