A ti... que estás ahí... del otro lado.
Quiero decirte que treparé por tu espalda
como un viento frío y con mis dedos invisibles
recorreré tu piel.
Mis palabras caerán a tus oídos
como suicidas desde un puente
y se estrellarán en tu alma adolorida y sola,
para que comprendas que mi soledad
puede ser como una gota de lluvia
y penetrar lentamente en cada poro,
resbalar y desfallecer
en tu mirada honda y taciturna.
A ti... que estás ahí... del otro lado.
Que espías mi mundo
sin atreverte a golpear la puerta.
Que estás pendiente
de mis suspiros y de mis sueños.
Sin sospechar que hay un sueño
que tiene tu nombre.
A ti... que surcas cada noche el cielo
en alas de un pensamiento
y tocas las estrellas cuando imaginas un beso.
A ti... que estás cuando nadie más lo hace
y comprendes lo que digo en mis silencios
y comprendes lo que callo en tantos versos.
Que miras la luna sabiendo
que en ese momento mis ojos y los tuyos
se encuentran en un punto en su reflejo.
Y abrazas tu propio cuerpo
mordiendo el desconcierto
de saber que la distancia
aún se hace más lejos...
que no basta amarse en cada letra
cuando la piel grita en llamas su deseo
de quemar a esa otra piel con todo el fuego.
A ti ... que estás ahí... del otro lado...
pensando que el amor es la presencia
y que ya tuviste demasiada ausencia
a lo largo de la vida y los amores
que dejaron el vacío en ese pecho
que hoy solloza por jamás haber amado
como amas a pesar de no quererlo.
A ti... si, a ti... a ti te digo que el amor
es un niño caprichoso y no entiende de razones.
Y que yo... también te amo... ¡sin quererlo!