María

SEÑALES

Esa tarde  alguien le comenta que cada noche, la poesía es un llamado. Su escritorio, atiborrado de libros, borradores, papales y tazas de café es el recinto perfecto para que la suave música y el brillo de la luna disparen sugerencias. Todo está bien en su vida. Pero anoche las señales fueron oscuras. Se deja llevar y escribe la historia más doliente de su vida. Algo lo empuja a los detalles punzantes. Recuerda el final. Un cierre tan virulento que necesariamente se adelanta, se acuesta tiritando y se da por muerto.

 

Simultáneamente esa noche ella escribe letras lóbregas. Se inunda el manuscrito de “adioses” lozanos. Despedidas tácitas enunciadas por hadas. Hadas que sentencian que ha de morir ya de “muerte sana”.