Hacía tiempo que mi cuerpo
no probaba ni sentía su imprudencia.
Hace mucho que mis ojos
y los suyos, marrón profundo,
no paraban un momento
y conversaban de sus mundos.
Era raro verlos juntos
caminando un mismo rumbo,
sus manos, su tersa palma
rozando la mía.
Pululaba en el negro de su pelo
y su sangre penetraba en mis entrañas.
La abrazaba, acariciaba,
le decía que la amaba.
Ella, tan ella
Su voz tan melódica
y la vi voltear en la esquina.
Creía que nunca encontraría el amor.