Era tan poca cosa que andaba a ras de suelo,
tan falta de señuelo que alguien pisó al pasar,
fué migaja en la risa o un suspiro en el duelo,
sin rumbo decidido ni espacio, ni lugar.
Iba sin hacer ruido con la humildad a cuestas,
carente de equipaje, lleno de ingenuidad,
pasando inadvertido en los saraos, las fiestas
ni siquiera en la siesta capaz fue de soñar.
Paso por este mundo sin que se apercibiera,
pareció, pues, que muriera antes de echar a andar,
fue cual gota en un mar o polvo en la carretera.
Nunca al balcón se asomó ni unióse a la manada,
su voz tan susurrante, jamás intentó hablar,
tan inapreciable fue que apenas fue la nada.