El viento agita quedamente la superficie del agua,
el sol la cubre en un abrazo de fuego,
se sacude la tierra estremecida al silencio
de las nubes precipitadas
que se hunden en las pupilas dilatadas.
Dentro de este insondable lago
habitan sueños de cama y cuna,
reflejos de la luna blanca,
vida apacible navegando en la fortuna.
El silencio siempre presente
y todo espera en un eco sombrío,
omnipresente,
de estrellas desbordadas en los labios,
embarcaciones fantásticas que parecen estáticas,
porque nunca se alejan pero tampoco se acercan.
Es como si nada existiera,
es como si lo inventaras,
te sientes parte del agua,
de la brisa, del alba,
de la aurora y las cascadas.
Es un sitio desconocido,
el hogar de las estrellas,
es el mar de los vivos,
de los ojos que ya no se cierran
a la verdad de la existencia.
Allí conocí a una mujer que se sentó junto a mí,
guardamos silencio como todo, pero aún así comprendí.
Yo escapaba del mundo y encontré mi propio hogar,
ella me seguía de cerca, ella me quiso amar.
Todo se torno tan claro… inesperado,
pero ansiosamente anhelado,
cerramos en un beso el eterno pacto,
tendríamos un hogar de agua, sol y luna,
de vísperas nocturnas,
de silencio sedante,
de tranquila faz meditabunda,
de caricias incesantes.
A ese lugar acudiríamos cada vez que te buscara,
caminaría entre sendas de modernidad barata,
entre cerros austeros,
entre rocas altivas,
caminar hasta encontrarte
y recordar que eres mía.
Sentados esperamos a que anocheciera
y perpetuamente amarnos en este lugar de arena.
En este lugar de cantos enmudecidos vibrantes,
en miradas fulminantes,
en letras tocantes.
Aquí te tuve antes,
y aquí nuevamente estamos,
te abrazo y te recuerdo que te amo,
miramos enamorados lo que al frente tenemos,
nuestra guarida secreta,
nuestro lago de los sueños.