La niña está preñada
de dolores, hoy, amaneció
con la panza dura dice
su madre que son contracciones.
Pobresíta infante ¿que sabe ella
de dolores de parto, mmm,
¿quizás?
Pocas veces me dolió una muela,
y dicen que el dolor es parecido.
¡La niña, está sufriendo!
¡Nuevamente parece que está muriendo!
en ocasiones cuando me pongo
a pensar y vuelvo atrás
en el tiempo, recorro como
en estado actual, esos pastos
del demonio, me creo en ese
fantasioso sueño un héroe
para mi niña, la que la libra
de un hecho atroz, el que
no deja que le tronchen la vida,
pero también, el peor papá,
por no alcanzar a ver, más
allá de mis narices.
Ella, una niña juguetona,
su madre la vestía como
un personaje de fantasía,
con dos trencitas amarradas
un vestido color damasco
y unos zapatos que hasta
el día de hoy recuerdo,
con su diseño y brillo exacto.
Todos querían a mi pequeña,
al menos eso es lo que decían,
salió la madre un día
¡oh ! ¡maldito en quién confiaría!
La niña no estaba cuando
la madre regresó ¡Sale niña
no te escondas! ¡basta ya que
mamá se enoja! las horas
pasaban y la niña no asomaba,
salgan todos a buscarla
antes que desaparezca el alba.
¡La noche! la noche pareció
caer de abruptamente sobre
todas las cabezas, la niña
estaba llorando en medio
la maleza, con su vestidito
de princesa hecho harapos,
y alma hecha pedazos.
¡Malditas espinas del campo!
hirieron a mi angelito,
sangraba a charcos, me tuvo
miedo ese rato, creo que me
desconoció, medianamente quiso
a su madre, casi a todos rechazó,
Vallanse los curiosos, esto no es
un espectáculo, aunque bien
parece el más horripilante
retrato que el pintor más
inhumano quiso recrear
con sus maquiavélicas manos
¡Hay mi Dios!
¡Por qué nos está pasando esto!
La culpa la tenemos, mi mujer y
yo, por ser tan confiados.
Al poco rato de haber avanzado,
vi entre las matas el brillo de
su calzado, ¡No! ¿para qué guardarlo?
mejor quemamos todo y hacemos
como si nada hubiese pasado.
El tiempo pasó y supe de
mi mejor amigo, él estaba
viviendo muy lejos, donde la
justicia no lo alcanza, menos
el cariño que pude tenerle
desde que eramos niños.
¡¡OOHH!! la niña está sufriendo
y mi alma se está consumiendo,
por el odio y el rencor
que estoy sintiendo, tiene
apenas siete añitos
y parece que va a parir
un quiltro, pero, no es así.
El colega del demonio
destrozo su cuerpecito,
y desde aquél día llora y grita
de dolor, hambre y frío.
Parece que he vivido en
menos de un año, veinte mil
siglos, la cabeza se me puso
blanca y la barba más espesa.
No he podido aunque lo e
intentado volver a ser el mismo.
me quitaron mi muñeca,
la de ojitos soñadores
la de figura inquieta, la que
me decía papá, a la que
imaginé cumpliendo grandes metas,
En mi hogar, ya nadie duerme
en paz, mi mujer, ¡oh! ella
se puso también más vieja,
y con solo treinta años
parece tener setenta.
Nunca más durmió conmigo,
se tornó para su hija,
cuerpo, carne, y su abrigo.
La niña, está pariendo
su dolor, y la madre a
su lado con sus propias uñas
casi se araña el corazón.
Yo, por mi parte vivo, hacinado
en un apartado cuarto, con
una pistola en la mano,
esperando que aparezca
mi compañero, mi amigo,
el que se juró mi hermano.
Para recobrar en parte la paz
que se llevó con su partida,
una tarde, a fines del verano.
Mónica.
Ruth Mónica Muñoz R.
Derechos de autor.
Chile