La noche tan azul
mi turbio cuerpo
sobre el frío césped,
le hablaba a la luna
y solo, sin nadie, escuchaba
el eco de los montes
repetir su nombre.
La noche tan gris
mi mente y mi alma
confluían en ese espacio
tan horrendo, inhóspito
y la luna celosa
ya no me quiere hablar;
extraño su sonrisa.
La noche tan negra
de luto y despiadada
me lanza amenazas,
y dolía más mi indiferente alma
que el oír de sus palabras
de su boca, sus suaves labios.