Tus ojos, preciosos luceros, alumbran mi vida.
Tus labios ardientes al beso convierte en pasión.
Tu boca en gozar me complace con la felación.
Tu cara de reina africana a adorar convida.
Tu pelo color azabache, se ve y no se olvida.
Tu cuello divino, besarlo es una obsesión.
Tus pechos pequeños, desnudos, la provocación.
Tus manos lindas y cuidadas de caricia ávidas.
Tus muslos calientes se agitan cuando te poseo.
Tus nalgas turgentes, duras, ignoran el pudor.
Tus pies son lindos y perfectos, de esmerado aseo.
Tu sexo rosado deja en la lengua dulce sabor.
Tu cuerpo procaz y lascivo incita el deseo.
Pero tu alma adivino es pura y merece el amor.
París, 12 octubre 20XX