El moribundo pasó la noche en vela por miedo a no ver la mañana siguiente, y al amanecer, cuando sintió los primeros destellos de la aurora se fue cantando abrazado al sol, lejos del plano terreno, donde seguramente no habrá noches que temer.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibop, Venezuela