Quien pudiera, en el rosal soleado,
aspirar tu frescura y tu fragancia
venciendo el tiempo actual y lo pasado,
rompiendo la frontera y la distancia,
oír tu ansiada voz desde el paisaje
donde reina el trinar, y que la brisas
-con su furtivo andar entre el ramaje-
descorran el verdor a tus sonrisas.
Quien pudiera bajarte en una estrella
el verso más bonito que existiera
y hacer de ese poema una centella
que en tu dulce mirada amaneciera.
Quién pudiera dejarte en un soneto
sólo un beso, cada noche, y en secreto.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.