Retrato de una voz
No eras sol ni luz, pero alumbrabas
por donde ibas pasando, como el día,
no eras la noche, pero en ti dormía
la más amada estrella que llevabas.
Y eras real, medías y pesabas
como un árbol febril que no caía,
repartiendo tu fruto a quien quería,
albergando en tu sombra a quien amabas.
Y nada te venció, ni lo que hallabas
de duelo y de furor en quien venía,
de sombra y de temor en quien besabas.
Y así creció tu flor, tu compañía,
de modo que, ido quien idolatrabas,
en cada luna y sol guardaste guía.
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06 01 15