Me enamoré de una estrella
un atardecer de verano
estaba tan distante y tan cerca
que a tientas pude besar su luz
y sentí palpar sus suspiros cada tarde
mientras el mar ahogaba el sol.
En las noches esa estrella
llegaba a iluminar mi cama
rociándola con su aroma vino
traído de otras galaxias;
elevando mi alma toda
al cenit del universo
cubierta de música fílmica
entre latidos y rayos de arena.
Pero una noche trágica de desencanto
el correo electrónico a mis ojos llegó
llevando una carta triste de aquella estrella
donde hablaba de su partida hacia un cielo de sal;
sin importar mi espíritu confundido
sin importar aquel aroma en mis labios
y la energía dispersa a lo largo de un rosal.
Desde entonces miro al cielo cada tarde
hasta cuando aparece un lucero vespertino
para recordar el silencio escondido en las venas
y mirar azul el amor dejado por cada estrella.
© Emig Paz