I
Les habrás el rostro a otros de emoción arrebatado,
Mas el mío en tu orgullo del tiempo incólume y altivo,
Multiplicando se irá en tus arrugas su recuerdo vivo,
Y el que venciera tu fuego intacto en mí incinerado
Se hallará. Si les enajenaste su mirada en tu partida,
Petrificándolos en el deleite de la belleza del olvido,
Cuando tus ojos en la vanidad del sueño háyanse dormido,
Del falso reposo habrán despertado resignados a la vida,
Exhaustos en los míos. La noche irás revistiendo de tu deseo fútil,
Y al narciso gozoso que por retoñar en ti deshojas le serás inútil;
Tú y el rocío de la saliva halagüeña de tu mano les será desdeñoso.
Ningún otro húmedo desvarío sentirá tu pecho más de tu caluroso
Llanto. Sedienta, hastiada de ti, partirás por el amor desterrado,
Pero ajeno a tu insomne juventud marchita te habrá rechazado.