Tuve una maestra
llamada Cristal
que me enseñó las letras
y también a sumar.
Tuve una maestra
llamada Estela
que me enseñó dispuesta
a querer mi escuela.
Tuve una maestra
llamada María
que me enseñó serena
a querer a la poesía.
Tengo otra maestra
llamada vida
que me enseña y enseña
todos los días.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela