¡Añosos algarrobos, viejos talas
donde el boyero me enseño a cantar!
El hogar paterno
Rafael Obligado
EL PATIO DE MI PADRE
Su patio me llevaba a un mundo
de amor y de dulzura.
Y mi alma de niño
estaba sorprendida
en un universo de hadas
y de sortilegios
de descubrimientos y aventuras.
Antes de entrar a su encantado
universo
mi felicidad de crío
ya imaginaba y sentía
la presencia buena
en el techo de la parra
de suculentos racimos.
Con reventonas uvas del estío
de colores tan distintos
que prometían sabrosos jugos
de bellos sabores tanto como
lo hacia con lo suyo
a su manera la chinche extraña.
Después venían los cactus
hartados de agua
pero que no extrañaban
su tierra en ese mágico jardín.
Los limoneros, los álamos señeros
las palmeras africanas y los arbustos
de jazmín.
Los rosales y plantas acuáticas
con peces que formaban un zodiaco
de nervioso color inquieto.
Los jazmines del aire
las flores trepadoras
las violetas, las achiras
y los aromas encantados
que brotaban de pétalos
con pieles de colores.
Cuidaba mi padre con esmero
al tilo para un fresco té
lo mismo que al noble cedrón
cuyas hojas arrancábamos
al momento para la rica infusión.
Allí estaba el horno de barro,
lucían erguidos los asadores
y el fogón, para que Don Luís,
como un antiguo alquimista
sacara a punto y exquisito
el puchero de gallina mejor.
Y las exquisiteces de esos
viejos franceses...
perdices a la fessande
canard á lórange
paté al Armagnac
y los quesos de francia.
Toda una gama de variedades
para sorprender al mas atento.
En los canteros menudeaban
el perejil, el tomillo y el estragón
y eran un primor la albahaca
con el delicado regaliz.
Lucia en cultivo aparte
la fuerte menta
por lo invasiva y prepotente
donde mi padre las mimaba
con amor y arte.
Tiempo feliz en aquel patio
con el enorme galpón para
aumar los manjares de los cerdos
que carneaban el vasco Inda
y sus chancheros en mi
recuerdo feliz de niño
y todo lo dirigía Doña Petra
la entrañable amiga.
Tiempo feliz con mi padre
en esa época del horno de barro
con chivitos y lechones
con el pintoresco
Don Pedro
con sus bombachas blancas
y sus relucientes
botas coloradas
y que era mi padrino.
Tiempo feliz en épocas
de mi padre
tiempo feliz con
Florencio
que la suerte me regalo
y se fue un día con el tiempo.
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