El verbo, olvidado, cuelga de los párpados de una nebulosa que escoce las llagas del universo, en donde la atmósfera de la realidad se solidifica y el tiempo es arena humedecida con orines celestiales.
El discurso siempre se repite, y siempre escuchamos... El sonido nos idiotiza, es hermoso: En el vacío nuestros oídos se transformarían en luz.
del silencio al génesis;
Del ruido al apocalipsis.
Y luego mares de la felicidad encarnada legislan los silencios que ya no somos.
Oh dios, Deberías dejar caer tu llanto sobre el concreto, el tiempo ya no existe.
Que algún arqueólogo del mañana desentierre nuestro deseos y que acaricie lascivamente sus ramificaciones corpóreas.
Estos trazos nos enloquecen, nos sumergen en la fiesta psicótica de la aurora.
Un misterio alado se desvanece en el manzano y se convierte en deseo.
Satisfacción