Un día como un árbol
Un día más, un año más, una semilla
que caerá o no caerá en la tierra fértil,
así pasan las cosas de este mundo,
sin que nadie las sepa, las prediga o las celebre.
Ayer un ataúd se llevó una rosa,
hoy en ese río va un pañuelo negro,
mañana nadie sabe si habrá huelgas o despidos,
pasado mañana, la verdad, es que ni el viento,
por cierto también nacen nomeolvides
y esquirlas de aquel vaso que ha caído,
brillantes como perlas, frías, húmedas,
tal vez como la sangre del que bebió y dejó de hacerlo,
también nacen ciudades, sembrados, arquerías,
un tiro al blanco con el mundo entre los ojos,
y niños, crías nuevas que han de poblar las calles
en medio de este exacto y tan imprevisible cielo.
Un día es como un árbol, sus raíces
guardaron el ayer de nuestra tierra y nuestro fuego,
su tronco es un presente articulado
que sostiene un porvenir de hojas y nidos.
Acaso hay ráfagas de viento, mil tormentas,
mil noches en la lluvia o en la nieve,
una ardilla que escarba con sus dientes la corteza,
un cuchillo que graba dos nombres en la noche,
algún ahorcado cuyo cuerpo se hará humus o semilla.
El fruto está en la hora en que te besas,
en que formas la silla en tus talleres
o el pan o la camisa del más rico,
la flor es la ilusión de aquello eterno,
el amor que se marchó, la vida juntos,
la historia con sus vuelcos y bandidos,
algo, en fin, que marchito ha de quedarse,
guardado o no en aquel libro viejo de tus sueños.
Se hará viejo aquel árbol, se hará leña,
saldrán de sus entrañas mesas o mil libros,
alimentará ciudades, guerreros, roedores,
alcanzará para que aniden las alondras, para
que en sus ramajes una vieja araña negra
teja su red y cuente historias a sus nietos,
será copa del rocío, sombra augusta,
madera en que forjar las nuevas cruces,
bastón de tu vejez, cuna del hijo
o simple explicación de la belleza de este mundo.
Un día es ese árbol, tú decides
si lo riegas o lo talas o lo llevas a volar a tu horizonte.
Es sábado y podría ser agosto,
es hora y bien podría ser un lago,
levántate a vivir, toma tu casa y ordénala,
que todos aquí vienen, es tiempo de abrazarlos,
los gallos cantan y ya huele a pan caliente
la harina que ayer tarde cultivaste en pleno vuelo.
A la sombra del árbol te han llamado,
recuerda sonreír, que ya las hojas
se alegran de bailar cuando descansas o trabajas a su alero.
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10 01 15