Donaciano Bueno

Ardió París

Al alba fue. ¡Ardió Paris!

Una gran pira le sorprendió a esa ciudad bella,

dormida. De rencor se inundó, de sangre gris,

de abatidas pavesas a su alma haciendo mella.

Hasta el sol y la luna tejieron un tapiz

para ocultar la estrella.

 

¡Resoplen las trompetas!

A los que convencidos están, de Alá creyentes,

no permitan que nadie les troque en marionetas

guiadas por los hilos de profetas indecentes

que, sibilinos, os utilizan con sus tretas

para abducir las mentes.

 

¡Oh, ciudad de la luz!

Hoy, lloran afligidas tus luces apagadas

pues gentes que se dicen contrarios a la cruz

en un mar de lágrimas os tienen anegadas

de dolor. Y a vuestros hijos penando en ataud

sus almas apenadas.

 

Gentes de mente obtusa,

de alma débil a los que les han comido el coco,

que propietarios codician ser de las esclusas

que en el mundo son desde el rio Nilo al Orinoco.

Todas, falsas justificaciones, son excusas,

razonamientos locos.

 

¡Ya el cielo está atronando!

Morir por Alá, ¡que atrocidad! como si diós

alguna vez dijera que hay que morir matando

ahorcando vais y a vuestro dios diciendo adiós

al mismo ritmo que al ser humano exterminando

como en un contradiós.

 

Quien en su sano juicio

de un ser superior que predicando va el amor

puede interpretar que nos reclame el sacrificio

de nuestros hermanos y que lo hagan sin temor.

por hablar o escribir o desarrollar su oficio

y aun más si era de humor.

 

Solo son sujetos de enajenacion mental

a los que la doctrina ha llevado hasta el abismo

pues suelen considerar que están en su cabal,

que sea algún dios quien se lo ordene, da lo mismo,

que la víctima inocente sea, les da igual

¡maldito fanatismo!