En mi habitación hay un festín de olores y memorias, de añoranzas y placeres.
Existe un ambiguo olor a cigarrillo, de yogurt viejo.
Aires y voces lejanas como la musa de una ventana, en ese breve silbato de vibración escalofriante.
Fuerte como el viento, fuerte son las palmas. En el lugar soñado, en la perspectiva deseada. En el instante programado, en la pérdida del tiempo.
En el segundo inventado, en la canción de Pink Floyd que resuena en mi cabeza.
Allí, en la utopía de mi mundo, en la arena, en la luna, en el sol.
En el eclipse.
En el ataque.
En el corazón.