Yo soy el propietario de mi aliento,
y de mi corazón cuando anda loco,
de la imagen que alumbra mi contento
y de las nubes que en mis sueños toco.
Y soy el mayordomo de mi mente,
la savia que rezuma por mis versos,
mis dos caras, anversos y reversos,
mi verdad aunque sea inconsistente.
Yo a la vida le doy lo que merece
y a mi jardín me acerco cada día,
al mar si la marea sube y crece
como sube y decrece mi alegría.
Y soy aquel que ve pasar su entierro
y expectante resiste a esa parodia
cual herrero que ve fundir el hierro
para templar y así tocar la gloria.
Y tan terco yo soy que envejeciendo
me asomo a mi balcón con energía,
de la ilusión gozando voy viviendo
Hoy procuro olvidar que al Orinoco
he de llegar en una tarde fría
y obviando una vez mas que existe el coco.