juan maria

domingo al atardecer

  Anochecer del domingo

 

Como una sombra afligida

arrastra su penuria

la silueta mustia

de la tarde aburrida.

 

Van ensimismados

los fantasmas que caminan

deshojando el hastío,

y empapados

por el tedio del crepúsculo,

con su corona de cipreses

y con sus frías palideces.

 

Domingo…humedad

garúa…tango

y melancolía.

 

 Con el cantar lánguido

del último pájaro indolente

y el cansino silbar

de algún melancólico que pasa,

se va yendo el día.

 

Camina en silencio

la tarde cansada

del final de la última jornada.

Casi como extinguidas

lúgubres campanadas,

remotas bocinas,

y el último grito de la prensa

disputan la soledad

a la intensa tristeza.

 

Las penas del lunes

están inmóviles

en la miseria interior

y la náusea eterna

del laberinto existencial

es más oscura esta tarde

en el vacío del alma.

 

La semana moribunda

siente desgarrones

de mástiles rotos

y de hombres quebrados.

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