Anochecer del domingo
Como una sombra afligida
arrastra su penuria
la silueta mustia
de la tarde aburrida.
Van ensimismados
los fantasmas que caminan
deshojando el hastío,
y empapados
por el tedio del crepúsculo,
con su corona de cipreses
y con sus frías palideces.
Domingo…humedad
garúa…tango
y melancolía.
Con el cantar lánguido
del último pájaro indolente
y el cansino silbar
de algún melancólico que pasa,
se va yendo el día.
Camina en silencio
la tarde cansada
del final de la última jornada.
Casi como extinguidas
lúgubres campanadas,
remotas bocinas,
y el último grito de la prensa
disputan la soledad
a la intensa tristeza.
Las penas del lunes
están inmóviles
en la miseria interior
y la náusea eterna
del laberinto existencial
es más oscura esta tarde
en el vacío del alma.
La semana moribunda
siente desgarrones
de mástiles rotos
y de hombres quebrados.
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