Imagínate, dulce, soñada, amada mía,
que un día, sigiloso, me encaramo a tu jardin
ante la flor me inclino que duerme, hace un mohín,
y del intenso placer la empapo y de alegría.
Imagínate que un buen día así es de repente
que sobre mi proyectas tus ojos de esperanza
y yo te convido allí a bailar y en esa danza
te declaro mi incondicional amor ardiente.
Imagínate que yo te miro y tu me miras
y se produce un escalofrío, una corriente,
y es mi deseo el que se declara incontinente
que reproduce un gran estertor y tu me aspiras.
Imáginate, ¿a qué imaginar si ya te tengo
abrazada fuerte a mi sonrisa en la memoria?
pues es en tu mirada que encuentro ya la gloria,
el cielo eres tú y yo al cielo voy, de allí yo vengo.