Tus labios se quedaron con el aliento de esos besos escondidos
en las tinieblas de la noche en que el deseo me llevo a tus brazos
Tu belleza y tu aroma oculta, te hizo blanco de la sociedad
Que te comparó con la flor de la amapola
Tu cuerpo de mujer suplente, sintió correr el sudor que brotó
bajo el temor de ser descubierto.
Tu intimidad anidó el potencial masculino
de jugador atrapado en dos categorías.
Libré partidos en encuentros escondidos
donde jugué con el uniforme de visitante
en cancha de grama artificial
distante de la titular.
Participé como jugador prestado,
furtivos partidos en el extra tiempo de noches sin velas.
Empapé mi cuerpo sin camiseta ni guayos
en clandestina cama neutral,
libré segundos tiempos en fuera de lugar
con el amado fantasma de lo prohibido,
donde el pecado de un amor escondido
sería la falta a pitar por el arbitro
para satisfacer una tribuna obnubilada
de moralistas espectadores
que presumiendo de puritanos
exigieron tiro penal y expulsión.
Expulsión de una sociedad
que no perdonó una falta al séptimo mandamiento
en un público abarrotado de espectadores
detrás de una careta de jueces del pecado carnal