Cae la estrella en la boca del puerco; inundó el mar la canoa de las plagas y en velo de hechicera la luna danzó en el atrio.
Se irguió la serpiente y alcanzó los cielos donde envenenó al lucero.
Bajo el manto de invierno se perdió la viuda que sollozaba sangre en el ciclo perenne de las infértiles tierras.
Voló el delfín en cielos de dudas y en naciones salvajes el puro vientre de la ingenua sonrisa se pervertida se encubo en estiércol.
Desnuda vaga la estela galáctica ante el iris mendigo de la pobreza.
Y el cometa perverso arrasó en privado la lengua asesina ese el judas corrupto.
Y allá en baldío terreno se arrastra entre pantanos la paloma herida por la escopeta perdida del soldado muerto.
Se irguió impune la gula insaciable del grito mudo de un huérfano delirio que se encadena a las rosas negras de un prostíbulo.
Amanecer de sangre, ocaso de torvos cuervos que en carroña de rosas desfila el hambriento silencio de una tierra ya saqueada en barcos invisibles de impunidad y fantasmas.
Se pierde oro negro en cobre impuro de las minas profundas de un hoyo cósmico que en gigantes ojos en laser corrupto como lluvia de muerte, enciende naves de metales que danzan como espías en la mesa redonda de las democracias.
Y en montículos desérticos aúlla el infante en el oasis de cenizas. Y en célula muerta se desvanece el último mesías de la eterna semilla de la duda.
Aúlla el huésped en casa de papel que se quema en volcán de aserrín