Desapareció,
como la noche frente al alba,
mientras yo esperaba tadavía su frente libre
hacia la conquista de lo nuevo;
sus brazos de alucinado buzo de mar en el mar,
en el esfumado huracán de los días,
y ahora, en el agudo espectro de la espera.
Se fue con silenciosa voz valiente;
hermoso, como una mariposa caliente entre los de dedos,
oliendo aún a mis últimos abrazos,
se fue, diciendo un adiós anónimo;
se fue quien yo alzaba en los penosos días de lluvia
hacia la fuente mágica del deseo.
Estaré donde él está.
Iré hacia algún puerto con mi contraído rostro,
conducido por la mano obsesiva del miedo.
Quedan entre sus manos los pájaros sagrados de nuestro primer encuentro.
G.C.
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