Mi amado y dulce Leonardo
¿Que sería de nuestras almas si no danzaran una al compás de la otra?
Mi sangre te llama porque a ella perteneces,
Despiertas en mi abrazo amoroso,
Y duermes al cobijo de tu sabiduría
Tu voz es suave, pausada.
Me tomas como a una frágil crisálida,
Me acurrucas en tus manos fuertes y tibias
Me cantas al oído,
Para que yo sepa que estas ahí.
Y te escucho atenta.
Mi corazón late al ritmo de tu aliento
Comienza nuestra danza infinita
Cerramos nuestros ojos para vernos mejor,
Sentimos la tibieza de nuestras almas
Me acaricias con tu aliento,
Comienzas a amarme.
Y bailo suavecito alrededor de tu esencia,
Como la frágil crisálida que soy,
Comienzo a sentir tu amor,
Siento una felicidad de tono azul cielo.
Un lazo dorado une nuestro ser
¡Que felices somos!
Me enseñas con tus letras,
Me guías con tu voz,
Me mimas en tu soledad
Entonces empiezo a entender,
Comienzo a darme cuenta.
¡Mi dulce y amado Leonardo!
¡Cuanto te amo!
Nuestro amor es tan complejo,
Es tan profundo,
Es tan nuestro.
Ha sobrevivido a una, a dos,
A miles de encarnaciones.
Y un día abres esas manos suaves y tibias,
Decides que debo volar.
Entiendes que debo ser libre.
¡Pero yo no entiendo!
¡Yo quiero acurrucarme en ti!
Necesito de tu dulce aliento.
Necesito alimentarme más de ti.
Desatas nuestro hermoso lazo dorado,
Te vas….
Y siento algo nuevo.
Por vez primera me baña una lluvia
De color azul clarito
Es tibia, es suave.
Mis ojos se abren,
Tienen diamantes que cuelgan de ellos
Mi sonrisa se refleja en ellas.
Y siento la brisa en mi rostro,
Veo el sol brillar.
Veo una hermosa luna que me dice:
¡Yo también te he amado siempre!
Y siento algo nuevo.
Tú no estas para acurrucarme.
¡Mi dulce Leonardo!, grita mi garganta.
Y solo hay silencio,
Las estrellas me miran y me reiteran:
¡Nosotras también te hemos amado siempre!
Y al fin entiendo.
Comienzo a bailar suavecito,
Un halo color moradito marca mi andar
Algún día mi amado y yo,
Volveremos a estar juntos.
Cuando mi color azul clarito
Sea de un intenso azul fuerte