Son nuestras palabras
las que encuentran ese lago perdido,
se sumergen con olores de azúcares
y tiemblan en nuestras piernas.
Alcanzan la cima
intercambian sus miradas
y beben de nuestras salivas.
Se impregnan de los sollozos de nuestra piel
se humedecen y gimen
y de despeñan desde el rostro hasta los pies.
Esas son nuestras palabras...