El ritmo de las notas hacen que mi cuerpo se desinhiba bailando, moviéndome sin límites. Soy como una peonza que se desliza con suavidad, y vibro y gozo de las sensaciones que percibo en mí.
Música que sube mis ánimos y hace volar mi alma hacia un cielo de colores vivos y brillantes, que deslumbran mi mente convirtiendo mi realidad en un sueño de estrellas mágicas.
Danzo sin cesar y doy mil vueltas a mis tacones en la pista y siento mil emociones positivas en mi mente.
Me noto como si flotara de la mano de las notas, y me sumerjo en otra dimensión, en otro mundo, distinto y nuevo para mí. En esta euforia soy feliz y olvido mis pesares bajo la luz intermitente de las esferas repletas de espejitos.
Mis brazos se dirigen hacia arriba, mi cintura gira y gira, mis caderas se mueven con un toque sensual y mis piernas se van solas siguiendo el ritmo trepidante y envolvente.
No me importa la gente, ya no la veo, sólo pienso en las canciones que van sonando desde la cabina del disjockey, y vivo esta experiencia con una intensidad única, como si fuera mi último baile.